Caminaba y observaba. Al mismo tiempo no
entendía por qué había ocurrido esto. Era tan lindo y tranquilo. Ya no soporté
y me puse a llorar, nunca pero nunca hubiera pensado que algo así me sucedería.
Caminaba,
recorría las calles en donde yo andaba en bicicleta con mis amigos; mi casa que
había quedado bajo los escombros; mi escuela a la que no reconocía. Hacía poco
mi familia me había mandado una carta en la que decía que habían remodelado la
escuela en donde yo me había educado. Ahora la estoy viendo y no queda nada de
ella. Esos árboles del jacarandá donde yo juntaba esas hermosas flores
violetas, son los únicos que se mantienen en pie.
De regreso a la ciudad decidí quedarme
solamente con el recuerdo de los buenos momentos vividos, tratar de olvidarme
de ese día y no regresar nunca más.